Hoy he descubierto que quiero a un hombre que no existe. Y ando desconcertada imaginando cómo serán sus ojos, su boca y sus manos. A mí el cuerpo siempre me ha dado un poco igual. Lo que yo quiero es que me mire y dé sentido a mi existencia, que se lleve un bocado de mi alma en cada mordisco y que, cuando sus dedos entren en mí, grabe en su memoria mis gemidos y componga luego melodías para tocar(se) cuando me eche de menos.
Quiero que sepa que a veces me pierdo en un lugar de mi interior que ni yo misma tengo claro dónde está, pero sé volver, más o menos recompuesta. Que quiero una vida con desgarros de flamenco, orgasmos in crescendo y arrebatos de un invierno de Vivaldi y que junto a él es probable que lo lograse, aunque fuese solo a ratos.
Lo malo es que este hombre ni es, ni está, ni existe, así que a ver dónde lo busco para que me devuelva el corazón. Que buena falta me hace.
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