No me había dado cuenta
pero desde hace unos meses,
los domingos por la mañana
en mi barrio huele a mar.
El frío de esta ciudad
ha aprendido a acariciar
y una niña que cumple años
corretea en mi sofá.
Mis miedos se han ido al paro,
me da igual que el espejo insulte
y por fin he hecho las paces
con esa que se llama yo.
Los días se visten de verde,
la luna vela mi sueño
y el tiempo me acaricia el pelo
cuando se introduce en mí.
Desde que te conozco,
todo me huele a menta.
Mírame y dame la vuelta.
No importa si luego te vas.
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