Han pasado tres años desde que te fuiste y a mí me parece un siglo. Te gustaría escucharme hablar de lo mucho que me gusta ser profe y los líos que me traigo desde que vivo también en Internet. Seguro.
Todo ha cambiado mucho, pero hay cosas que permanecen intactas: la sensación de tu mano, suave y firme, cogiendo la mía cuando no me podía dormir; ese beso en la frente que medía la fiebre y calmaba el malestar; tus risas contando anécdotas de épocas pasadas; el tono de voz que calmaba mi mala leche con ese "Inesita, no te enfades tanto, con lo buena que tú eres"; el momento del adiós, con tu familia a tu lado, que me hizo sentir que la muerte también puede ser hermosa porque, como tú decías, "si ya está todo hecho y solamente queda irse"...
Ya no estás, pero tu vida sigue asomándose, a través de los recuerdos, como reflejos del ayer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario