martes, 11 de octubre de 2016

Tú me sobrevuelas


A veces tu asiento será tan cómodo que te parecerá que las nubes masajean tu cabeza. Otras, se te meterá algo en los ojos y llorarás hasta agotar el llanto, más por saber que tu mirada ya nunca será la misma que por el escozor que, ese sí, será temporal. Aunque no llueva, terminarás siempre calada por dentro y no sabrás qué hacer para secarte porque en realidad, sabes que te gusta mucho mojarte. Ten por seguro que encontrarás turbulencias durante el trayecto y que te expones a que alguien secuestre tu avión y todo se te ponga del revés. Reserva un espacio en tus adentros para alojar el vértigo, que se convertirá en tu perpetuo equipaje de mano. Saca tu billete, permite que alguien te sobrevuele, estréllate, despega, lánzate al vacío, cae en picado... Hay que volar. Siempre. No hacerlo sería un suicidio. 

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