viernes, 13 de septiembre de 2019

Despedida


Nadie oye nada tras esta puerta, pero suenan voces.
Hay una, dulce y charra, que se escapa deprisa cuando toca el timbre y se emociona en bajito porque siempre sabe estar.
Otra, va y viene porque... eggque es viajera y suena a mujer madura aunque recién empieza a caminar.
La tercera, aquí se oye solo a ratos, pero en mi coche sigue sonando, certera, cálida, luminosa... ¡Y lo que sonará!
La cuarta voz es la mía, la que dicen que habla mucho.
No se la oye. Creo que ha ido a cerrar con llave. Para que lo compartido no se lo lleve el aire.


Quirófanos



En la puerta de acceso a quirófanos, todo el mundo se despide de su gente con un beso, aunque la operación no sea importante. Será que, en los hospitales, la gente sabe lo que es realmente importante en este mundo

De azar y finales


Apenas queda gente en la facultad. Tan vendido está el pescado, dice el del bar, que te invito al café. Me gustan estos guiños del azar porque le hemos pagado antes uno de más, por error. Ahora estamos en paz, pero no se lo digo. Me gusta que me invite. Hace años que nos saludamos por la calle sin saber quiénes somos.
Mientras tomo el café, me veo en la biblioteca de enfrente, donde viví el año pasado todas esas horas. Y pienso en estos dos últimos cursos. En el azar. En los finales... Y, por un momento, la tarde se pone áspera


La niña


He soltado la mano de la niña que fui. No la veis corretear en la foto, pero está por ahí, saltando.

Yoes


No puedo resistirme a un reflejo, aunque no me gustan los espejos. Una vez vi a otra que no era yo devolviéndome la mirada en uno. Y a veces sueño con ella. Creo que el miedo me empezó de pequeña, con el armario del baño. Un reflejo dentro de otro, dentro de otro, dentro de otro. Decenas de yos. O yoes, que suena más feo y es peor porque parece decir que yo es, cuando lo que por fin veo ahora es quien yo soy.

Domingo de ramos


No creo en un dios con nombre. Ni en uno a secas. Tampoco en magias ocultas. Pero cada domingo de ramos, mi madre me dice que me trae suerte. Yo coloco un trozo en la entrada de casa y otro en mi coche. Porque lo que me trae en realidad es casa, abuela, nosotras, hogar. No recuerdo que la abuela hiciese el ritual de los ramos en vida, aunque mi madre diga que sí. Lo que recuerdo es el olor de su pelo, su risa cuando contaba anécdotas, cómo cogía mi mano para que me durmiese tranquila, la cantidad de veces que me intentaba calmar con ese "Inesita, con lo buena que tú eres, no te enfades tanto", cuando yo, adolescente insoportable, me enfadaba con mi madre. Y recuerdo el día que se fue. Hace hoy 9 años. Mi primer curso. Cuanto más pasa, más la pienso. Creo que le gustaría la mujer que ahora soy. Por eso me quedo con los ramos. Porque al mirarlos, ella está

Monstruos internos que dicen adiós


Me gusta la palabra entrañas. Me suena a arañazo rápido, araña que trepa, telaraña que cubre, conexión profunda. Pero son un lugar complicado, muy cómodo para los monstruos. En las mías habita uno desde hace mucho, mucho tiempo porque, como tengo una yo que no tiene miedo a casi nada, siempre habla con ella y le convence de lo bien que estamos las demás, aunque sea mentira. He tardado mucho en saber callar a esa yo cuando no es bueno escucharla, en encontrar las armas que me permitan cortar la cabeza a ese bicho y en ponerme en manos de gente que realmente sabe cuáles son esas armas. Pero aquí estoy, en plena batalla desde hace unos meses. Agotada pero sabiendo, por primera vez en la vida, que sus horas están contadas. Y aunque todavía no iba a exhibir esto en redes, (algún día lo haré porque la especie de mi monstruo seguro que habita en otros rincones), hoy la entraña me pide decir bien alto lo afortunada que soy por tener a @salvorota luchando a mi lado. #graciasinfinitas #tequierotodo

Tengo...el día tonto



Tengo tres generaciones a la espalda, dos experiencias y ninguna certeza. La basura recogida y picor en las postillas. Palabras en desorden y cansancio en escalada. Y me tengo a mí, haciendo el pino por dentro mientras aprieto los puños para no dejar de reconocerme.