lunes, 27 de abril de 2020


Me vinieron dos ideas a la mente aquel día:


Al empezar su jornada, como cada día desde hace milenios, el sol y la luna se cruzaron. El sol salió de la cueva, la saludó con un rayo y se fue a trabajar. La luna guiñó su cráter derecho y entró en la cueva, para dormir.
Al terminar su jornada, como cada noche desde hace milenios, la luna y el sol se cruzaron. El sol entró en la cueva, dijo adiós con un rayo y se fue a dormir. La luna se pintó los cráteres y se fue a trabajar.
Y en un momento concreto que no puedo determinar porque se produce en un tiempo que la ciencia humana aún no ha descubierto...el sol y la luna se sentaron juntos en ese puente que cruza de lado a lado la galaxia.
- Te noto algo apagado hoy, Lorenzo, ¿qué pasa?
- Nada, que me he dado cuenta de que es tu cumpleaños y, después de tantos años, ya no sé qué regalarte.
- No seas tonto. Mira a tu alrededor, anda. ¿Quién necesita algo teniendo todo esto?


- Entonces, de toda esa ciudad que antes estaba aquí, ¿ya solo queda este puente?
- Sí, hija, tras la guerra final no quedó nada más. Levanta, anda. Vamos a casa, volvamos a la cueva. Llevamos ya fuera casi una hora. En tu próximo cumpleaños, te prometo que te llevaré a ver otro sitio.
- ¿Y la luna, mamá? ¿No podemos salir alguna noche y verla? El abuelo decía que era impresionante...
- Algún día, hija. Algún día...

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